Si hay algo que la sociedad de hoy en día premia es la productividad, el rendimiento y la obtención de logros. Puede ser que por ello una de las causas más frecuentes de baja autoestima sea un nivel elevado de autoexigencia y perfeccionismo.
¿Y cómo puede la autoexigencia afectar a mi autoestima?
Si tienes una tendencia a utilizar estándares internos inalcanzables para evaluarte a ti misma es posible que tu autoestima se encuentre dañada. Las personas con gran autoexigencia y perfeccionismo establecen metas y criterios desproporcionados hacia donde debe dirigirse su comportamiento. Si la autoexigencia es racional y bien calculada, es cierto que te puede ayudar a progresar psicológicamente, pero si no se calibra bien, puede afectar seriamente a tu autoestima.
Por supuesto que en ocasiones necesitamos una autoexigencia moderada para poder ser competentes en nuestra profesión (por ejemplo un cirujano debe autoexigirse para trabajar con exactitud en una operación). Sin embargo, el desajuste se produce cuando estos niveles de exigencia se hacen imposibles de alcanzar y son poco realistas.
Autoexigencias cómo... "debo destacar en todo lo que haga", "debo ser el mejor a toda costa", "no debo equivocarme"... son imperativos que puede llegar a convertirse en un verdadero martirio.
Si tu única manera de sentirte realizado es a través de la obtención de resultados, muy pronto descubrirás la paradoja de que para "sentirse bien" deberás "sentirte mal". Sucederá que, tu bienestar dependerá de muchas cosas ajenas a ti y esto hará imposible que puedas hacerte cargo de tus logros personales y con ello no puedas sentirte bien.
Además, una consecuencia esperable de marcarnos objetivos rígidos y perfeccionistas es la aparición de ansiedad que a su vez impedirá que puedas seguir adelante en tu objetivo. Si tienes una alta autoexigencia a la hora de valorarte, siempre tendrás la sensación de ser insuficiente, de no llegar a lo que se espera de ti.
Estas metas imposibles harán que tu conducta nunca llegue a niveles deseados pese a tus esfuerzos, y al ver que no eres capaz, la valoración que tienes de ti mismo será cada vez más negativa y tu autoestima se verá afectada. Esta evaluación negativa alimentará tu estrés y ansiedad lo que hará paradójicamente más difícil que alcances esos objetivos planteados.
"Cuanto más hagas del "ganar" un valor, paradójicamente, más destinado estarás a perder."
Verlo todo blanco o negro: la perdición de la autoexigencia
Algo que caracteriza a las personas autoexigentes es tener un estilo dicotómico a la hora de procesar la información. Si tenemos una gran autoexigencia veremos la vida como en blanco y negro, es decir, sin ver y tener en cuenta los matices: No hay punto medio, o "tengo éxito o soy un fracasado", o "soy capaz o soy incapaz", o "soy muy inteligente o soy tonto"...
Esta forma de pensar tiene un razonamiento erróneo de la vida, porque la realidad es que no hay nada absoluto ni vivimos en esos extremos. El mirar el mundo de esta forma nos impedirá percibir los grises y los puntos medios que tiene la vida.
¿Te has parado a pensar cuantas veces utilizas las palabras nunca, siempre, todo o nada? Este tipo de palabras se relaciona con una forma de ver la vida perfeccionista, sin matices y te impide valorar tu valía desde la realidad más objetiva.
El no ser capaz de considerar caminos intermedios y el miedo a perder o no alcanzar nuestros objetivos puede hacer que ignoremos lo cerca que estamos de nuestras metas personales. Cuando nos movemos en "todo o nada", no valoramos y pasan desapercibidos aquellos momentos en los que nos acercamos a nuestra meta sin sentirte orgulloso por cada paso que das.
¿Y que puedo hacer para dejar las autoexigencias atrás?
1.Trata de ser más flexible contigo mismo y con los demás:
Intenta no utilizar un criterio dicotómico extremista para valorarte a ti mismo. Tolera que las cosas se salgan a veces del carril. Aprende a soportar las discrepancias y a entender tu rigidez como un defecto, no como una virtud.
Para conseguirlo...
Trata de no ser perfeccionista: Desorganiza un poco tus horarios, tus ritos, tu manera de hacer las cosas, como un juego, a ver qué pasa. Convive con el desorden una semana y piérdele el miedo. Descubrirás que todo sigue más o menos igual y que tanto ímpetu en controlar era una perdida de tiempo.
No etiquetes: Intenta ser bueno, especialmente contigo mismo. Habla solo de tus conductas cuando no te guste algo de ti y no te etiquetes bajo una palabra. En vez de, "soy un vago" por "hoy no fui al gimnasio".
Concéntrate en los matices. Piensa más en las alternativas y en las excepciones a la regla. La vida está compuesta de tonalidades más que de blancos y negros.
Escucha a las personas que piensan distinto a ti: Esto no implica que debas necesariamente cambiar de opinión; simplemente escucha. Deja entrar la información y luego decide.
2. Revisa tus metas y las posibilidades reales para alcanzarlas:
!Por favor, no te impongas metas inalcanzables! Exígete a ti mismo de acuerdo con tus posibilidades y capacidades reales.
Cuando definas alguna meta, define también los escalones o submetas que te llevaran a ella y prémiate por cada escalón subido. Intenta disfrutar, saborear el subir cada peldaño, como si cada uno fuera un gran objetivo en sí mismo independiente de la meta final.
Escribe tus metas, revísalas, cuestiónalas y descarta aquellas que no sean vitales ni te lleguen desde dentro.
Recuerda: si tus metas son inalcanzables, vivirás frustrado y amargado. La autoexigencia nos hace infelices.
3. No veas en ti sólo lo malo:
Si solo te concentras en tus errores, serás incapaz de ver tus logros. Si solo ves lo que te falta, no disfrutarás del momento del aquí y el ahora.
No estés pendiente de tus fallos, intenta también dirigir tu atención hacia tus conductas adecuadas, las que te son productivas, aunque no sean perfectas.
Redirige tu atención de una manera más benevolente y equilibrada: cuando te encuentres focalizando negativamente tus "malas conductas" de manera exagerada, ¡detente!, toma un respiro y trata de inclinar la balanza. No te regodees en el sufrimiento.
4. No pienses mal de ti:
Se más benigno con tus acciones. Por suerte no eres perfecto ni eres tan horrible como a veces te haces creer. No te insultes ni te pierdas el respeto. Registra tus autoevaluaciones y detecta cuales son justas y objetivas y cuales no.
Reduce tus autoverbalizaciones a las que realmente valen la pena y permítete cometer errores. Las personas aprendemos muchas cosas a base de ensayo-error y muchas veces nuestra autoexigencia y perfeccionismo considera que debemos aprender por ensayo-éxito y esto es muy lejano a la realidad. Es imposible no equivocarse de vez en cuando y por ello es importante que te aceptes con tus errores.
Recuerda que los errores no te hacen mejor ni peor, simplemente te enseñan, te muestran nuevas opciones y te recuerda una realidad clara: eres humano.
Siempre que trabajo con mis pacientes su autoestima comienzo explicando el papel fundamental que tiene nuestra crítica en como nos valoramos. El aprender a cambiar el diálogo interno es clave para comenzar a valorarnos desde lo que somos. En concreto, la autoexigencia tiene que trabajarse en un inicio con el entrenamiento de metas más objetivas y reales, en el autorefuerzo del esfuerzo, y la valoración de uno mismo a través de nuestro comportamiento y no de nuestros resultados.
Por ello, si te has sentido identificado y quieres trabajar tu autoexigencia para mejorar tu autoestima te animo a ponerte en contacto conmigo para comenzar a trabajar en ti.
Enamórate de ti. El valor imprescindible de la autoestima. Walter Riso.
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